El saneamiento y la desinfección son obligaciones que deben adoptarse para mitigar los riesgos potenciales relacionados con la proliferación de bacterias, hongos y virus en nuestro entorno de trabajo. Nunca antes la protección de nuestra salud y la de otros ha sido un factor tan determinante.
Las operaciones de saneamiento deben realizarse de tal manera que se reduzca, tanto como sea posible, el riesgo de contaminación de ambientes y superficies.
Existen diferentes medios para llevar a cabo de manera profesional la desinfección, pero pueden considerarse complementarios entre sí. El uso de múltiples medios de desinfección es, de hecho, la única estrategia que nos garantiza perseguir el mejor resultado posible.
EL OZONO
Gracias a la acción oxidante del ozono, desde su descubrimiento se ha utilizado como agente bactericida, fungicida e inactivador de virus*, así como un reductor de olores.
DESINFECCIÓN
El ozono DESINFECTA el aire de los agentes patógenos, como los virus, sobre los que actúa por inactivación, y las bacterias y los mohos, en los cuales provoca la descomposición de las membranas celulares.
La desinfección se lleva a cabo no solo en el aire, sino también en superficies textiles, como alfombras, cortinas, sofás, etc., y en objetos presentes en la habitación.
Dado que el ozono es un gas volátil, puede saturar el espacio al llegar a todos los rincones e intersticios
permitiendo una descontaminación rápida y completa.
El uso de ozono dentro de los ambientes mantiene alejados a los insectos (ácaros, tijeretas, moscas, mosquitos, pulgas, cucarachas, lombrices, garrapatas, chinches, hormigas, arañas, moscas, polillas).
El ozono permite la desodorización completa de las habitaciones, por ejemplo, eliminando el olor a humo.
El ozono no cubre los olores, pero los elimina completamente a través de un proceso de oxidación radical de los compuestos inestables que están en su origen.